Pero ¿qué pasa con esas adicciones
que están enmascaradas, bien por ser promovidas socialmente, bien por ser muy
sutiles y estar casi normalizadas? A veces la frontera entre el comportamiento
aceptado según ciertos baremos, y el considerado patológico no está tan clara,
o puede pasar desapercibida durante mucho tiempo, antes de evidenciarse como
una adicción, es decir, una conducta o actitud que nos perjudica y que aún sabiéndolo,
no somos capaces de evitar.
Por qué aparecen los comportamientos adictivos
Una adicción llena un vacío no reconocido, normalmente sentido en la infancia
temprana, y actúa tapando un dolor profundo que la persona no se ve capaz de
afrontar. La adicción es una huída muy
clara ante la propia vulnerabilidad: mientras me ocupo de satisfacer una
demanda compulsiva, no estoy siendo consciente de la carencia (vacío) ni de la
herida (dolor), ni estoy presente con plenitud.
Sin darnos cuenta, solemos repetir
las situaciones no resueltas que tuvimos durante la niñez, y buscamos
relacionarnos con personas que tienen algo de nuestros progenitores. Eso hace
que nuestras heridas –todos las tenemos- sean tocadas una y otra vez. Aparecen
emociones muy molestas, y si no nos proponemos parar para ponernos en contacto con eso, y averiguar lo que sucede a nivel interno, puede darse la huída en muy diversas
formas.
¿Cuál sería la frontera entre lo aceptable y la tendencia
a la adicción?
A veces resulta difícil hacernos
conscientes de cuándo estamos traspasando la línea, pues las actitudes y los
hábitos que nos protegen, se van instalando poco a poco y no de forma repentina.
Una manera de saberlo es ver si lo que hacemos nos resulta placentero, incluso
después (cuando ya se ha terminado el estímulo) o si por el contrario, aparecen sensaciones
inquietantes de culpabilidad y vacío.
En los siguientes casos, no hay que
perder de vista que me refiero a todo lo que tenga con ver con evasión y exceso, llevando al límite
algo que suele ser muy cotidiano, con perjuicio para nuestra salud, y nuestro equilibrio y estabilidad emocional. Detrás de una gran o
pequeña adicción, hay una mala gestión de las emociones y una dificultad en
aceptar la realidad tal como es.
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Actitud nociva → causa emocional
Para que lo que estoy explicando se
comprenda mejor, voy a mencionar algunas de estas adicciones, algunas incluso
propiciadas por un estilo de vida determinado o como signo de integración social:
o Azúcar. El azúcar tiene la misma composición molecular
que el alcohol, ¿te sugiere algo este dato? Si
abusas de alimentos que lo contienen, cabría preguntarse por qué necesitas
endulzar tanto tu vida, qué amargura hay a la que no puedes ni quieres mirar.
o Café. Cuando se
toma en exceso y no se puede prescindir de la cafeína para funcionar, la
cuestión sería si estás exigiendo a tu cuerpo mucho más de lo que puede dar de
sí, o porqué no dispones de suficiente energía para acometer las actividades
diarias.
o Fármacos en general. Acostumbrar a tomar una píldora (o similar) siempre que aparece
cualquier síntoma por mínimo que sea, puede significar que también enmascaras
las emociones que lo provocan. Plantéate si puede haber un gran temor a sufrir
y tendencia a buscar soluciones rápidas.
o Prisas/impaciencia.
Si tu vida es un correr continuo de aquí para allá, sin tiempo para ti ni para
los tuyos, es que justamente es imperativo que pares y mires hacia dentro… Hay
algo de lo que estás huyendo y es obvio
que no puedes escapar de ti misma/o.
o El hacer constantemente (muy valorado en la sociedad
actual y no hablo sólo de adictos al trabajo). Lo mismo: ¿estás presente en tu propia vida, o escapas a través del
hacer para no sentir?
o Culpabilidad (sí, has leído bien). La culpa suele impregnarnos
de tal modo, que a veces ni siquiera es percibida por quién la siente. Sentirte culpable por todo, incluso arrogándote
lo que no depende de ti ni es tu responsabilidad, es una manera de no asumirla (la
responsabilidad) y de esconderse en la no acción.
o Victimismo/queja. Esta adicción está tan extendida que
apenas se percibe. Puede tratarse de una
manera de no afrontar lo que depende de ti misma/o, manipulando a los demás para no
actuar. La supuesta víctima trata de que sean los otros quienes se sienten culpables,
para conseguir sus fines.
o Juicio/crítica. Otra que compite por el número uno del ranking, y que es tan habitual, que no nos damos cuenta cuando caemos en ello o lo secundamos. La costumbre de tirar por el suelo a los
demás o ser exigente en exceso, suele esconder una falta de seguridad y
confianza en ti mismo, y mucho miedo a
ponerte en evidencia.
o Relaciones sentimentales. Si tienes tendencia a “coleccionar” relaciones, sin darte espacio suficiente
cuando finaliza una, antes de meterte en la siguiente, existe una gran dificultad en enfrentar tus propios “demonios”:
huyes de la soledad, que propiciaría entrar en contacto contigo misma/o.
o Aislarse en relaciones virtuales, únicamente a través de
las redes sociales. Es un modo de evitar
las relaciones interpersonales directas, que sin la protección y el anonimato
que brinda la red, serían mucho más expuestas, y por lo tanto riesgosas. Puede ser
a causa de una pobre opinión y escasa valoración de ti misma/o, y también miedo
a mostrarte tal como eres.
o Ver TV muchas horas; mirar una película detrás de la otra, incluso leer según qué, únicamente como escapismo. Quizás te estás evadiendo
de tu realidad cuando resulta decepcionante o frustrante, a través de la inmersión
continua en historias ajenas, para no pensar en la propia.
Prevención de comportamientos adictivos-evitativos
La mejor manera de saber si eres
adicta/o a buscar formas de ahogar tu dolor u otras emociones incómodas, sería comprobar
si puedes prescindir durante algún tiempo de alguno de estos comportamientos,
con los que huyes de lo que te resulta desagradable (no hablo tanto de
situaciones como de sentimientos).
Un buen modo de de salirse de
cualquier clase de adicción o de esquivarla antes de que se haga permanente, es
atreverse a ponerse en contacto con las emociones incómodas, si hace falta bajo
supervisión de un/a profesional cualificado/a, para revisar qué estás tratando
de tapar con éstas. Si no se trata la causa primigenia, la adicción suele
desplazarse y manifestarse a través de otro elemento; por ej. un ex alcohólico
puede convertirse en fumador compulsivo, a no ser que explore lo que hay de
fondo, detrás de la necesidad de beber.
Habría que estar alerta ante estas
señales:
- Cuando aparece una compulsión que aunque desees no puedas evitar, aún sabiendo que para ti es más dañina que beneficiosa
- Cuando algo empieza a ocupar demasiado tiempo o lugar y a interferir en tu capacidad de llevar una vida regular, como hacías hasta el momento
- Cuando hay una tendencia acusada a embellecer la realidad negando las evidencias, o a escaparse de la misma con fantasías
- Cuando hay dificultad en sostener el dolor y a estar en contacto contigo misma/o
- Cuando utilizas la comida, la bebida, el sarcasmo, o cualquier otra cosa, con intención de protegerte y/o gratificarte, tapando emociones o sentimientos desagradables: rabia, tristeza, abandono, desvalorización, impotencia, etc.
- Cuando te quejas demasiado y por todo, victimizándote y sin asumir tu responsabilidad ni la acción que depende de ti
- Cuando sientes que tu vida está volviéndose caótica y desordenada, y que has perdido por completo el control de la misma
En cualquiera de estos casos, y más
si se dan varias de estas situaciones al mismo tiempo, detente y evalúa qué te está
sucediendo, qué ha cambiado en tu vida y qué estás tratando de evitar o no confrontar, mirando de enfrentarte a esa sensación tan molesta de vacío que seguramente aparecerá
cuando lo hagas.
Una buena opción a tener en cuenta para mantenerse en contacto con nuestro interior, es permanecer cinco, diez o quince minutos diarios en completa quietud y silencio, procurando estar presente durante todo este tiempo, sin dejarse "capturar" por los pensamientos que nos lleven lejos del momento actual. Se consigue como todo: a base de practicar, sin rendirse ante la dificultad que supone hacer algo a lo que no estamos acostumbrados.
Una buena opción a tener en cuenta para mantenerse en contacto con nuestro interior, es permanecer cinco, diez o quince minutos diarios en completa quietud y silencio, procurando estar presente durante todo este tiempo, sin dejarse "capturar" por los pensamientos que nos lleven lejos del momento actual. Se consigue como todo: a base de practicar, sin rendirse ante la dificultad que supone hacer algo a lo que no estamos acostumbrados.
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