viernes, 9 de diciembre de 2011

UN VIAJE INTERIOR

(Esto es un fragmento de un viaje interior que realicé siguiendo la metodología chamánica, acompañada solamente por el sonido monótono de los tambores, como se suele hacer en este tipo de práctica. No utilicé ninguna planta sagrada o alucinógeno (hongos, etc.). Lo comparto porque, a pesar de que las palabras se quedan pobres para describirlo con tanta fuerza como lo viví, fue tan real y al mismo tiempo tan distinto a lo que me sucede en el día día,  que quizás consiga transmitir algo que sirva a otros).
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Alguien sentado junto a una pequeña hoguera o fuego, me muestra como todo (plantas, animales, cosas aparentemente inanimadas e incluso conceptos) tiene su espíritu. Lo veo porque del humo parece surgir algo vivo y cuando miro a mi alrededor es como si pudiese observar miles de criaturas sin forma conocida que revolotean por el aire. Me dice que si le hablo al espíritu de las cosas directamente, conseguiré mejores resultados en cualquier tema que emprenda o necesite. Sus palabras no me llegan como lenguaje hablado, sino que es como si la comprensión viniese al mismo tiempo que las imágenes y puedo “sentirla” desde dentro de mí, al mismo tiempo que se me muestra algo.
Lo siguiente que sucede es que me veo a mí misma como si fuera a nacer: el fondo es negro, pero la silueta de un bebé menos oscura (yo misma), se dibuja en forma de torpedo que avanza lentamente impulsado por una fuerza que no viene directamente de mí. El movimiento lento hacia adelante es inevitable, no depende sólo de lo que yo haga para que “el parto” llegue a buen fin. La fuerza de la vida me impulsa y pasa a través de mi (me traspasa). La imagen que viene a continuación –sigue siendo oscura, como si estuviera suspendida en el espacio y no hubiera luz- soy yo ya de adulta, “empujando” la vida con gran esfuerzo, como si fuera un obstáculo que tengo que mover a fuerza de brazos. Comprendo que en lugar de seguir agotándome como he hecho hasta ahora, he de dejar que esa fuerza que pasa a través mío me lleve, y de ese modo no me cansaré tanto. Ese impulso de vida es imparable, nada ni nadie la puede frenar.
Además, la voz que surge de mí es lo que me comunica con lo de fuera, con el cosmos. Me une a absolutamente todo, me integra con ese todo. Es algo que va más allá de la mera comunicación hablada, es un fluido que me “pega” al universo, me incluye en él. 
Siento que soy hija de la vida más que de mis padres, que sólo son un vehículo para que ésta (la vida) se manifieste. Del mismo modo, sólo he sido el instrumento para que mi descendiente esté aquí, y también él es hijo de la vida, por lo que, a partir de cierta edad, lo que haga o deje de hacer le pertenece a él y no depende tanto de mi esfuerzo o empeño. Entiendo todo esto a medida que lo voy viviendo, de manera profunda y sin resquicios. Me resulta algo difícil ponerlo en palabras, ya que la información ha llegado de otro modo, directamente a mi cuerpo, mi mente, mi corazón.

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